Comenzó una nueva edición de la Liga Femenina. Podría comentar las altas y bajas de cada equipo y los cambios en el banquillo pero con esto me desviaría de lo verdaderamente importante: la realidad de la Liga Femenina como competición y la de los clubes que la forman.
Seguramente, el panorama del baloncesto femenino profesional en los demás países europeos no sea más alentador que el nuestro, pero eso no debe justificar las graves carencias que existen en España, donde el alto índice de popularidad del baloncesto y su gran potencial a nivel deportivo deberían reflejarse en una Liga Femenina con unas estructuras más sólidas y más profesionalizadas que las actuales.
Lo cierto es que la realidad del baloncesto femenino en España no es la de la selección absoluta ni la de las selecciones sub, que con sus logros dan pie a que el multifotografiado presidente de la FEB José Luis Sáez y su director deportivo, Ángel Palmi, se atribuyan méritos que en muchos casos no les corresponden y a vender una imagen del baloncesto femenino español que dista mucho de la realidad del día a día que viven las jugadoras y los clubes.
La auténtica realidad del baloncesto femenino español puede ilustrarse en los últimos años, por ejemplo, con la desaparición del Universitari de Barcelona, uno de los equipos históricos y más potentes de España, que previamente a su defunción ni siquiera pudo disputar la Euroliga Femenina siendo el vigente campeón de Liga. O con la más reciente desaparición del C.B. San José de León (vergonzosamente silenciada en la supuestamente informativa página web de la FEB), un club venido a más en los últimos años y que se había asentado entre los cinco mejores equipos de España.
Siendo estos los casos más sonados, no son ni mucho menos casos aislados, sino que la situación general del baloncesto femenino en España es de precariedad y sólo unos pocos clubes privilegiados tienen asegurada su solvencia económica a largo plazo para poder vivir con tranquilidad y planificar su futuro. Así, temporada tras temporada, es frecuente leer las misma noticias con distintos nombres: clubes que desaparecen o cercanos a la desaparición, clubes que no pueden disputar la competición europea que les corresponde por méritos deportivos, clubes que disputan competiciones europeas sin haberlo merecido (e incluso habiendo sido repescados del descenso), clubes que a pocas semanas de iniciar la competición mendigan las ayudas económicas prometidas para poder disputar la LF, LF2 o una competición europea y/o hacerlo con garantías, clubes que logran el ascenso a LF2 pero no pueden disputar la competición, clubes que hacen viajar a sus jugadoras durante varias horas el mismo día del partido porque no pueden pagar una noche de hotel,etc.
Todas estas situaciones hacen que las competiciones de baloncesto femenino en España, a mi modo de entender, hayan perdido credibilidad. Resulta difícil involucrarse en una competición en la que los problemas económicos y la incertidumbre que rodea a la mayoría de los clubes ensombrecen de tal manera el aspecto deportivo.
Por supuesto, la crisis económica global afecta también al ámbito deportivo pero ello no debe servir como tapadera, ya que las carencias del baloncesto femenino y los problemas económicos de los clubes son muy anteriores a esta crisis y perdurarán en el tiempo si nada cambia.
Hay una dejadez por parte de la FEB, cuyo máximo interés en la Liga Femenina es el de recaudar dinero a través de los clubes y no el de que la competición progrese, ni el de su promoción para atraer nuevos seguidores y nuevos patrocinadores a los clubes.
Si los dirigentes federativos se hacen responsables de los buenos resultados de las selecciones nacionales (en algunos casos más de lo que deberían), también deberían hacerlo de la situación de precariedad en la que viven los clubes de baloncesto femenino o, como mínimo, reconocer el problema. Leyendo y escuchando a José Luis Sáez, da la sensación de que el baloncesto femenino español vive un cuento de hadas porque la selección absoluta consiga medallas de bronce o de plata en Campeonatos de Europa, cuando la realidad del dia a dia que viven la mayoría de clubes y jugadoras es otra.
Siendo la FEB la máxima responsable de esta situación, no es la única. Los clubes, durante muchos años, se han preocupado de su subsistencia y de sus intereses particulares más que de buscar nuevas vías para el crecimiento de la competición y la mejora del baloncesto femenino. Sólamente hace unos meses, en una esperanzadora muestra de unión, los clubes amagaron con la escisión y una competición independiente de la FEB, pero desgraciadamente no pasó de ser un amago. Los acuerdos alcanzados entre Federación y clubes no cambiarán la situación.
Creo que una Liga Femenina independiente de la FEB es la única vía posible para el crecimiento del baloncesto femenino, al menos con los actuales dirigentes federativos. Está claro que el baloncesto femenino en España necesita un lavado de cara a nivel institucional para poder crecer.