Ayer llegó el día que unos temían y otros esperaban. Rafael
Nadal perdió en Roland Garros por segunda vez en once ediciones. En el día de
su cumpleaños, el cuadro le obsequió con el rival más fuerte en la actualidad:
Novak Djokovic. El aura de invencibilidad de Nadal en este Grand Slam y la
mística creada por su prolongado éxito en el torneo se desvanecieron ante la
crueldad del presente.
A pesar del favoritismo previo de Djokovic en el duelo de
ayer, la derrota de Nadal no dejó de tener cierto significado impactante, un
halo de incredulidad al contemplar una realidad contraria a la vivida durante
la última década con la excepción de 2009. Porque durante este tiempo, que
Nadal ganara Roland Garros era una verdad casi empírica, una tradición tenística
de junio que culminaba con Rafa exhibiendo la copa de campeón en las
proximidades de la torre Eiffel. Incluso, tenistas como el propio Djokovic
aseguraban que derrotar a Nadal en la tierra parisina era el reto más duro que
planteaba este deporte.
De hecho, ningún otro jugador ha sido campeón nueve veces en
un mismo torneo de Grand Slam. Nadal lo consiguió con 28 años, vulnerando las
leyes marcadas por la historia del tenis, convirtiendo en reales unos números
que se antojaban irracionales en el pasado. Y ayer, en su 29º cumpleaños, Nadal
ejerció su derecho a perder en Roland Garros, a frenar una barbaridad histórica
cuya dificultad ha juzgado el pasado y juzgará el futuro.
Cuando Nadal conquistó su primer Roland Garros, la exigencia
planteada fue ganar el segundo. Después, el tercero, y así sucesivamente hasta
el noveno. Con la excepción de 2009, el tenista de Manacor respondió cada año a
la dura obligación de ganar el único Grand Slam sobre tierra batida. La magia que
Rafa creó con nueve títulos en diez años causó la falsa ilusión de que su éxito
en París duraría tanto como su carrera deportiva.
Ayer, tras ejercer su derecho a perder, Rafael Nadal se humanizó
en Roland Garros. Nos recordó que la imbatibilidad siempre tiene fecha de
caducidad. Pero cuando el impacto de su derrota se evapore por el paso del
tiempo, la historia recordará a Nadal como el rey de París, como el hombre cuyo
éxito permitió creer en lo imposible.
http://www.puntodebreak.com/2015/06/04/nadal-ejerce-derecho-perder
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