El miedo. Esa palabra tabú en el deporte que ha provocado tanta gloria y miseria a partes iguales. Ese sentimiento que todos padecen alguna vez y sólo algunos saben manejar. Ese escalofrío que provoca la autodestrucción en algunos deportistas profesionales. Esa razón por la que hoy Mann Filter no ha conseguido una de las victorias más importantes de su historia.
La derrota de las zaragozanas no ha sido injusta para sus jugadoras sino para su técnico, Víctor Lapeña, quien ha ganado el partido de los banquillos por una diferencia abismal. Poco puede hacer un entrenador ambicioso cuando sus pupilas se desmoronan psicológicamente en el momento de rematar la faena. El baloncesto no entiende de tácticas cuando unas jugadoras se ven tan superadas por la magnitud del momento.
Especialmente decepcionante ha sido ver en los últimos minutos a una Allison Feaster empequeñecida en el intento de liderar a su equipo y las incomprensibles pérdidas de balón de Cristina Ouviña. El nerviosismo de Jaklin Zlatanova y la falta de concentración de Lucila Pascua en ciertas acciones han resultado más previsibles que decepcionantes. Incluso cuando Mann Filter ganaba por cuatro puntos a tres minutos del final, sus jugadoras tenían cara de derrota.
Todo lo contrario sucedió en Ros Casares. Durante 30 minutos el partido fue una lucha de Rebekkah Brunson contra Mann Filter, pero un triple de Katie Douglas y dos coletazos de Marta Fernández al principio del último cuarto bastaron para resucitar a un equipo que vio el miedo en su rival y no se apiadó de él. Luchó cada rebote, peleó cada posesión, ante un Mann Filter pasivo y agarrotado. Las valencianas tenían infinitamente más presión en este partido que las zaragozanas pero cuando perdían por 20 puntos no se mostraron temerosas sino hambrientas. Al final, el hambre venció al miedo.