“Si te encuentras con el triunfo y la derrota, trata a esos
dos impostores del mismo modo”. La célebre frase de Rudyard Kipling en el acceso a la pista central de Wimbledon resume
las dos caras del deporte. Todos los tenistas se han encontrado a los dos
impostores de Kipling en múltiples ocasiones, pero la magnitud del triunfo y la
derrota varía según la grandeza del momento.
Novak Djokovic es
uno de esos campeones que acumulan demasiadas oportunidades perdidas en
acontecimientos que definen una carrera, en partidos que separan a los mejores
de la historia de otros números uno. La mente de Djokovic es un laberinto de
difícil acceso. El jugador serbio dio un salto cualitativo a nivel psicológico en
2011. Actuó con la determinación de los grandes campeones, con el instinto
asesino que identifica a quienes marcan una época.
Sin embargo, Djokovic dejó de ser un depredador en la
primavera de 2012, como si el reconocimiento logrado colmara su ambición. Mentalmente,
regresó a los años previos a 2011. Mantuvo la excelencia tenística, pero su mirada
ya no era la de un tigre. Este cambio se ha reflejado especialmente en las
rondas finales de los últimos Grand Slam, donde la exigencia mental se
prolonga.
Tras su épico triunfo ante Nadal en la final del Open de Australia 2012, Djokovic ha
acentuado su bipolaridad. Desde entonces, se ha proclamado campeón de ocho
Masters 1000, dos World Tour Finals (torneo de maestros) y un solo Grand Slam:
el Open de Australia 2013. A día de
hoy, Djokovic es el vigente campeón del torneo de maestros y de 5 Masters 1000,
pero no de uno de los cuatro grandes.
En un análisis de los títulos logrados por Roger Federer, Rafael Nadal y Novak
Djokovic, los tenistas más exitosos en activo, se puede apreciar esta
tendencia. Sumando los títulos de Grand Slam, World Tour Finals, Masters 1000 y
Juegos Olímpicos, Federer ha logrado 44, de los cuales 17 son majors. Nadal suma 40 títulos de este
nivel, de los que 13 son de Grand Slam. Djokovic tiene 27, pero sólo 6 en los
torneos más grandes. La diferencia en la proporción es significativa.
El tenista serbio es consciente de esta carencia,
especialmente en los dos últimos años cuando su nivel tenístico le hubiera
permitido alcanzar mayores logros. Este déficit en las grandes citas es el
motivo principal por el que Djokovic quiere a Boris Becker a su lado. La experiencia del extenista alemán en esas
situaciones es un soporte que Novak considera necesario, a pesar de que su
mejor nivel mental (en 2011 y principios de 2012) llegó bajo la dirección de Marian Vajda. ¿Es una responsabilidad
del entrenador o una cuestión interna que sólo Djokovic puede resolver? Su
respuesta ha sido clara.
Con casi 27 años, Novak Djokovic no quiere dejar pasar más
oportunidades de convertirse en leyenda. El serbio afronta una doble conquista
en el próximo Roland Garros: ganar
el único Grand Slam que se le resiste y volver a coronarse en uno de los cuatro
reinados del tenis mundial.