Roger Federer supera a John Isner en la cuarta ronda del US Open: 7-6(0), 7-6(6) y 7-5. El
tenista suizo respondió bien ante la necesidad y disputará los cuartos de final
ante Richard Gasquet.
Derrotado unos minutos antes en el estadio Louis Armstrong,
Andy Murray cruza su camino con el de Roger Federer en los pasillos del Arthur
Ashe. La esperada semifinal entre ambos se ha evaporado, pero el suizo se
concentra en un rival siempre inquietante. Los 208 centímetros del gigantesco
John Isner y su devastador saque aguardan al pentacampeón del US Open.
El público ovaciona la aparición del último hombre de su
país en el torneo, pero el estruendo es incluso mayor cuando el nombre de
Federer suena por la megafonía y el suizo asoma con su raquetero. Su nombre
traspasa fronteras y banderas. Roger es un estadounidense en Nueva York, un
australiano en Melbourne, un francés en París y un británico en Londres.
Como si de un artista de la raqueta procedente del Soho
neoyorquino se tratara, Federer recibe el calor propio del anfitrión. Pero el
perfil de Isner apenas le concede oportunidades de mostrar su arte. Ni rastro
del SABR. Ambos se machacan con un juego directo y veloz, si bien el suizo
ofrece mayor variedad en la pista. Roger acaricia la preciada rotura de
servicio, pero John se retuerce junto a la red y logra una volea salvadora con
un diabólico efecto de retroceso.
Federer, que no tiene reparo en abusar de la derecha invertida,
se ve abocado al tie-break. Entra en la casa de Isner, en el terreno que mejor
conoce el estadounidense. Pero en ese momento, Roger entra en el salón, sube a
la mesa y baila encima de ella. Isner se queda en blanco. Ha disputado 428 ‘tie-breaks’
a lo largo de su carrera, y por primera vez, no es capaz de sumar un punto.
Tras este golpe, el resto de Federer es tan amenazante para
Isner como el cocodrilo que porta en su camiseta y su visera. La presión ejercida
por el suizo es tan asfixiante que Isner pierde su derecho al ojo de halcón en
el tercer juego del segundo set. Pero surge entonces el competidor que Isner
lleva dentro. Sus restos comprometen a Federer, que olvida una noche gris con
el primer servicio y supera el momento con el saque que siempre le ha
identificado.
Entre la tensión, una petición de matrimonio recuerda a
Roger y John que se encuentran en Nueva York. De nuevo en el tie-break, el
atrevimiento de Isner en el resto le acerca al triunfo parcial (5-3), pero
Federer guardaba en la recámara dos golpes paralelos que destrozaban las
ilusiones del jugador local.
El partido seguía en juego, pero ya tenía dueño. Como un
gigante en el tie-break, Federer culminaba su presencia en los cuartos de final
con la única rotura de servicio de la noche. Roger lo había hecho otra vez.
Había vencido a Isner en su propia casa, y la grada lo celebraba como el
triunfo de un estadounidense en Nueva York.