Rafael Nadal superó a Borna Coric en la primera ronda del US Open: 6-3, 6-2, 4-6 y 6-4. El
jugador balear no culminó una actuación sobresaliente durante los dos primeros
sets y mostró dudas que alimentaron la reacción del croata. Su próximo rival
será el argentino Diego Schwartzman.
Hace dos años, en Nueva York, Rafael Nadal y Borna Coric eran
el hombre y el niño de moda. El tenista español se proclamaba campeón absoluto,
mientras el croata lo hacía en categoría júnior. Esta noche, en el fastuoso
estadio Arthur Ashe, Nadal y Coric cruzaban sus miradas en condiciones de cierta
igualdad.
Rafa, con una fiabilidad antagónica a la de 2013, mantenía
fresco el recuerdo de su derrota ante Borna el pasado mes de octubre en
Basilea. Mientras, el joven tenista croata sigue luchando contra el estigma que
supone una frase tatuada en su brazo derecho: “No hay nada peor en la vida que
ser del montón”.
Dos hombres separados por diez años de edad aparecieron bajo
los focos neoyorquinos vestidos de negro con la misma marca de ropa deportiva.
Pero la realidad de la pista no tardó en mostrar la diferencia de jerarquía y
experiencia entre ambos.
El orden táctico de Coric, excesivamente conservador en sus
golpes, resultaba insuficiente ante la fiereza del jugador español, con un
primer saque abierto dañino, una derecha descarada y un revés que no mostraba
fisuras.
Nadal, que anunciaba una mejora mental en sus declaraciones
previas al torneo, ratificaba sus palabras con la raqueta. Desaparecía su lado
inseguro, temeroso e irregular. Rafa transmitía jerarquía, agresividad,
determinación y una convicción que contradecía su pasado reciente.
El gen competitivo de Coric apareció en el tercer set,
cuando el joven croata se rebeló y alteró la plácida noche del manacorense con un
talante más agresivo traducido en una rotura de servicio. Nadal tuvo capacidad
de reacción ante este contratiempo, pero sus lagunas mentales reaparecieron
cuando se acercaba a la línea de meta.
El agarrotamiento de Nadal se tradujo en dos dobles faltas y
un error con la derecha que levantaron a Coric. El croata celebraba su nueva
vida junto al público neoyorquino, siempre ávido de emociones fuertes, mientras
la silla donde descansaba Nadal volvía a convertirse en un diván.
Las concesiones a un rival con talento y carácter exigen capacidad
de sufrimiento, una cualidad que el español mantiene. Resistiendo a un rival
crecido anímicamente y con más dinamita en su raqueta, Nadal impuso su
veteranía para aprovechar un resquicio dejado por el croata. Aún en proceso de
rehabilitación, luchando contra sus dudas, Rafa avanza en una noche de
sensaciones encontradas. Con claros y oscuros, Nadal sigue descifrando su
rompecabezas.